Hartas de soportar plenamente y sin recursos la responsabilidad de los cuidados. Hartas de la división sexual del trabajo que feminiza sectores convirtiéndolos en más precarios e invisibles (limpieza, alimentación, sociosanitario, enseñanza, etc.), a pesar de ser imprescindibles para el engranaje de este sistema.
Ya son 2 años de gestión de la pandemia de la Covid-19, y en este tiempo se ha demostrado una y otra vez que cada crisis nos golpea duramente a las mujeres.
Estamos desbordadas y hartas porque seguimos sin ver ningún cambio que acabe con la brecha salarial, porque continúa agudizándose la precariedad y la falta de contratación de las mujeres. Es un hecho que las mujeres cogemos más excedencias no remuneradas para encargarnos de los cuidados y que somos nosotras las que, en caso extremo, decidimos no incorporarnos al mercado laboral para atender a las personas que dependen de nosotras. Desde el inicio de la pandemia, el número de mujeres en esta última situación ha aumentado en 150.000.
Todo esto, además de desbordarnos, nos empobrece.
El teletrabajo, que parecía la solución en el ámbito laboral ante la pandemia, nos ha enseñado la otra cara de la moneda, dado que lo asumimos más nosotras que los hombres y esto acentúa nuestra labor como cuidadoras y afecta a nuestra promoción. Es importante ver que aquí no solo hay brecha laboral, sino que existe una brecha de clase. Y esto, también nos desborda.
La parcialidad en los contratos es muchísimo mayor en mujeres que en hombres.
Somos nosotras las que cargamos con la mayoría de los trabajos relacionados con los cuidados y nos vemos en la necesidad de reducir nuestra jornada laboral para hacernos responsables de trabajo no