¿SABÍAS QUE…al igual que el alcohol, las sustancias químicas como la lejía y el amoniaco, no afectan igual a mujeres que a hombres?
¿SABÍAS QUE… los síntomas de un infarto de miocardio no son iguales en mujeres que en hombres?
¿SABÍAS QUE… los riesgos y la toxicología laboral no afectan por igual a mujeres que a hombres?
¿SABÍAS QUE… llevamos más de 15 años con informes internacionales acerca de las diferencias de género existentes en la seguridad y salud en el trabajo, y todavía no hay ley ni política que quiera aplicarlas?
En el año 2003 la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo emitió un informe acerca de Las cuestiones de género en relación con la seguridad y la salud en el trabajo[ se puede consultar aquí]. Dicha Agencia resume sus propias conclusiones, ampliamente publicadas, entre las que destacan:
●Las diferencias entre géneros en las condiciones de trabajo tienen una gran repercusión sobre las diferencias entre géneros en cuanto a salud laboral.
●Se puede mejorar la investigación y el seguimiento de la seguridad y la salud en el traban incluyendo sistemáticamente la dimensión de género en la recogida de datos, adaptándolo al número de horas trabajadas y basando la evaluación de la exposición en el trabajo verdaderamente realizado. Los métodos epidemiológicos han de ser evaluados para tener en cuenta cualquier desviación por género. Los indicadores sobre sistemas de vigilancia, informes y encuestas, deberán cubrir los riesgos ocupacionales para la mujer.
●Se han infravalorado y descuidado los riesgos laborales para la seguridad y la salud de las mujeres en comparación con la de los hombres, tanto en investigación como en prevención. Este desequilibrio debería ser objeto de investigación, toma de conciencia y prevención.
●Las directivas europeas en materia de salud y seguridad no abarcan a las empleadas del hogar. Las directivas existentes podrían ponerse en práctica de una forma más sensible al género, pese a la necesidad de evaluaciones de impacto sobre los géneros y de atención a los déficits de conocimiento.
●Las mujeres no están lo bastante representadas en la toma de decisiones relativas a la seguridad y salud en el trabajo en todos los niveles. Las opiniones, experiencias, conocimientos y capacidades de las mujeres deberías reflejarse a la hora de formular y poner en práctica las estrategias de seguridad y salud en el trabajo.
En 2015, la Organización Internacional del Trabajo publicó las siguientes reflexiones sobre la dimensión del género y su integración en las políticas de seguridad y salud en el trabajo[ enlace aquí
y aquí]
Reconocer la diversidad en la fuerza de trabajo, incluidas las diferencias de género, es esencial para garantizar la seguridad y la salud tanto de los trabajadores como de las trabajadoras. Las diferencias de género deben ser tenidas en consideración en el desarrollo de políticas y estrategias de prevención y políticas sobre seguridad y salud en el trabajo, para identificar los peligros y riesgos y aplicar soluciones eficaces.
Actualmente existen varios informes, estudios más extensos y con un enfoque más práctico, pero todas estas buenas intenciones y reflexiones se han quedado en el papel y no se han convertido en hechos ni realidades. A día de hoy, no se realiza ninguna evaluación de riesgos con especificación de género en la mayoría de centros de trabajo, y los únicos datos toxicológicos que muestran estas diferencias son prácticamente los relativos a la salud reproductiva (embarazo y lactancia), reflejando la clara visión utilitarista de que las mujeres sólo somos socialmente útiles para la reproducción.
También existe un gran olvido hacia las mujeres de edad avanzada, no existen estudios específicos ni se tienen en cuenta en las políticas sobre el envejecimiento de la población activa.
Es curioso cómo con el consumo de alcohol y tabaco, sí es ampliamente reconocido que las mujeres son más vulnerables a los efectos de éstas que los hombres, y, por el contrario, respecto a sustancias tóxicas de uso laboral y doméstico, como la lejía y el amoníaco, esta información es absolutamente ignorada.
Teniendo en cuenta que la mayoría de los productos químicos tóxicos son disruptores endocrinos y cancerígenos, los pocos estudios sobre el riesgo toxicológico que existen en general, éstos se realizan sobre población masculina, obviando que se asimilan o se metabolizan de manera diferente en hombres que en mujeres.
Por otra parte, debemos señalar que muchas de las actividades donde se emplean sustancias químicas corresponden a los trabajos más feminizados, como la limpieza, el sector textil o la sanidad. Pero además, esta exposición a sustancias químicas es múltiple, puesto que también forman parte de productos cotidianos como antidepresivos y otros medicamentos, productos de limpieza y de higiene personal, y cosméticos.
Es obvio que la población masculina está mejor cuidada, menos medicamentada y más atendida que la población femenina. Cuando nos hablan de los síntomas de los infartos de miocardio, para poder reconocerlos a tiempo y salvar vidas, nos cuentan únicamente los síntomas que sienten los hombres, salvando así sólo a la mitad de las vidas. Cuando se enfoca la anticoncepción voluntaria, vía medicamentos con una fuerte carga hormonal, sólo se aplica a las mujeres, y los pocos estudios recientes de intento de sacar al mercado una pastilla anticonceptiva para hombres, han concluido que es mucha carga hormonal para los hombres. ¿Perdona, es que no me he enterado bien? ¿Cómo va a ser eso así, si las mujeres con un sistema endocrino mucho más complejo estamos siendo bombardeadas desde hace años con todo tipo de inventos dolorosos y con un gran impacto corporal? ¿Quién debería de aplicarse estos métodos anticonceptivos?
Por todo ello, exigimos:
●La normalización de las recomendaciones de la Agencia Europea para la Seguridad y Salud en el Trabajo en relación a las cuestiones de género.
●Una política de seguridad y salud en el trabajo transversal con perspectiva de género, que tenga en cuenta la naturaleza y propiedades de las sustancias químicas que causan enfermedades específicas de la mujer (cáncer de mama y/o de ovarios, osteoporosis, alteraciones hormonales, etc.), así como una valoración específica biológica de este riesgo según sexo en las evaluaciones.
●Una política que tenga en cuenta el envejecimiento de la población activa con dimensión de género.
●Una protección íntegra frente a los riesgos laborales a lo largo de toda nuestra vida activa, no sólo durante el embarazo y la lactancia.
¡SALUD PARA TODAS!
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